Los artistas más rápidos son lentos y metódicos, y puedes aprender a imitar su enfoque.
En el mundo actual, puede parecer que si no empiezas a invertir en tu futuro cuando aún estás en el vientre materno, estás atrasado. Tu única opción es moverte de forma más inteligente y rápida que tu competencia. Sin embargo, ir más rápido no significa exactamente lo que piensas. Necesitas ir más despacio para acelerar.
Reducir la velocidad parece una trampa. El problema que creas al moverte rápido es centrarte en el resultado. Si estás intentando convertirte en un artista profesional o terminar una ilustración, piensas que cuanto más rápido consigas el resultado -el objetivo- más progresarás. Pero el resultado no es el premio que imaginas. Tu deseo de salir adelante te engaña rápidamente haciéndote creer que es así. Sólo el crecimiento lento te enseñará la verdad: es en el proceso donde más ganas.
La sorprendente verdad sobre el crecimiento
La forma en que creces debe considerarse un estilo de vida, no una fase que terminas cuando alcanzas tus objetivos. Tratar la forma en que creces como una fase no sólo es una mentalidad terrible, sino que te predispone al fracaso.
Piensa en cuántas veces te has fijado un objetivo y lo has cumplido, y lo has conseguido. Me utilizaré a mí mismo como ejemplo. Cuando estaba en el instituto, me puse como objetivo bajar de 5 minutos la milla. ¡Me acerqué mucho a las 5:14! Pero nunca llegué a bajar de los cinco minutos. Quería aprender a bailar shuffle, pero sólo llegué a aprender los pasos básicos. Quiero convertirme en artista profesional y, aunque he practicado mucho a lo largo de los años y he mejorado mucho, aún no lo he conseguido del todo.
Imagino que tu historia es bastante parecida: has tenido muchos objetivos, pero pocos, o ninguno, han llegado a buen puerto. Lo triste es que, si no alcanzaste tus objetivos, incluso cuando mostraste una mejora increíble, sigues considerando esas experiencias como fracasos. Existe una relación inversa entre fijarse objetivos y alcanzarlos. Contemplas tu progreso como una decepción cuando, con la mentalidad adecuada, podrías haber prosperado. Por no hablar de todos los progresos que has hecho aunque no hayas alcanzado tu objetivo.
Estar ocupado no significa necesariamente ser productivo
Trabajar como un loco para conseguir tus objetivos no es una medalla de honor. Que estés ocupado no significa que consigas un aprendizaje profundo o que crees un trabajo de calidad. De hecho, apresurarse en el trabajo es física y mentalmente agotador. Ralentizar las cosas te ayuda a centrar tu experiencia para sacarle el máximo partido.
¿Alguna vez has escrito un trabajo o hecho un proyecto en el último minuto? Tienes que entregar un informe sobre un libro dentro de dos semanas y ya has leído el libro, así que debería ser pan comido. Podrías asentarte cada dos días y avanzar un poco, pero en lugar de eso esperas al último día y lo escribes todo de una vez. En el instituto no me importaban los informes sobre los libros, pero sí mis trabajos artísticos. Imagino que tú también.
Si hicieras esto mismo con tu tarea de diseño de personajes, dudo que produjeras algo de calidad o que aprendieras mucho durante el proceso. No es una medalla de honor apresurarse y trabajar toda la noche hasta que salga el sol al día siguiente. Hace que se resienta la calidad de tu trabajo, arruina tu capacidad de hacer percepciones y de aprender la información que necesitas para mejorar, y repercute en tu salud física y mental (ambas necesarias para mantenerte sano como artista de por vida).
Aprende a amar el proceso
Reducir la velocidad es tu insignia de honor. Aprende a amar el proceso y no tendrás tanta prisa por llegar al final. No hay nada malo en emocionarse al ver el producto acabado, ya sea una ilustración terminada o tus habilidades elevándose al nivel de un artista profesional. El problema sólo surge cuando afecta a tu progreso. Reducir la velocidad te mantendrá relajado y te permitirá pensar con más claridad. Cometerás menos errores y realizarás tus tareas de forma más minuciosa. Cuando cometemos errores, tendemos a reducir la velocidad como medida de precaución. Como artista, si puedes superar el fracaso y verlo como una oportunidad de aprendizaje -parte del proceso-, es menos probable que dejes que los errores te frenen si surgen. Seamos sinceros, al hacer arte, el 99,9% del trabajo es el proceso. El resultado es justo lo que ocurre cuando terminas el proceso. Si no aprendes a disfrutar, crear arte te parecerá un infierno. Ralentizarte, ser metódico y permitirte abrazar el proceso (con fallos y todo) será tu camino más seguro hacia un artista profesional. Cuando elimines el enfoque rápido que te deja errores y agotamiento, es cuando dibujarás mejor y más rápido.Un consejo sencillo para ir más despacio
No intentar precipitar el proceso es una cosa. Encontrar formas de ralentizarlo es otra. Puedes aprender a amar el proceso y seguir necesitando formas de disfrutar del momento presente. ¿Alguna vez se te ocurren ideas para tu proyecto actual en la ducha o justo antes de dormirte en la cama? Eso es que ralentizas el proceso con la percolación.
La filtración es casi como utilizar la dilación a tu favor. Cuando estás absorto en un proceso a lo largo del tiempo, coges impulso y tu cerebro empieza a escudriñar tus conocimientos y tu entorno en busca de pistas. Si estás estudiando cómo dibujar la cara, empieza mirando las caras de la gente y resolviendo los problemas que tienes con el pómulo. Empieza a ver cómo incide la luz desde un ángulo de ¾. Está haciendo este trabajo en segundo plano y es absolutamente esencial para el aprendizaje.
Ralentizarte te permite incubar tus ideas y dar los saltos creativos que no conseguirías de otro modo. Te mantienes relajado, tu aprendizaje es más profundo y, con el tiempo, dibujarás mejor y más rápido.